Supervivientes de ataques con ácido en México unen fuerzas
En México solo 3 de los 32 estados reconocen estos ataques como intentos de feminicidio, un país donde la violencia de género no cesa.
CIUDAD DE MÉXICO (AP) — Cuando Elisa Xolalpa tuvo tres hijas y un trabajo que disfruta y con el que mantiene a su familia logró una de sus victorias: hacer fracasar el deseo de quien hace dos décadas la atacó con ácido con la intención de enterrarla en vida. Otra sigue pendiente: que se haga justicia.
En un país como México, con altos niveles de violencia en general y contra las mujeres en particular y donde las feministas han sido fuertemente criticadas por las autoridades por salir a las calles a exigir el fin de la impunidad, un grupo de supervivientes de ataques con ácido ha comenzado a levantar la voz.
“Pensaba que era la única”, explica Xolalpa. “Pero ya no estamos solas”.
La Fundación Carmen Sánchez, que opera formalmente desde principios de año con el nombre de su directora, tiene registrados 29 ataques, cinco de ellos en 2021. El número puede parecer anecdótico en un país con 126 millones de habitantes pero temen que sea solo la punta del iceberg.
Por eso exigen cambios legales para que los ataques sean considerados en todo el país como intentos de feminicidio. Aspiran a que poner un muelle en una garganta deshecha o pasar por el quirófano para que pueda abrirse un ojo sean consideradas cirugías de primera necesidad. Reclaman ser vistas, aunque ver sus caras duela.
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“Mamá, ¿qué es el ácido?”, le preguntó un día Daniela, de 9 años, a su madre. Elisa Xolalpa recuerda que por un instante se quedó muda. Luego contestó que era un líquido que utiliza en el invernadero y que es peligroso. Otro día la pequeña salió llorando desconsolada de la escuela, “Unos niños me dijeron que eras muy fea, mamá, y no es cierto”, recuerda que le dijo.
Xolalpa tiene 38 años y mirada dulce. Disfruta cultivando flores como hacían sus ancestros, en balsas de tierra -las chinampas- sobre la zona lacustre del sur de Ciudad de México, el barrio de Xochimilco. Sabe que uno de sus pendientes es explicar a sus tres hijas pequeñas, fruto de su segunda pareja, el ataque que le cambió la vida y tras el cual solo deseó morir.
Ahora, sin embargo, está centrada en prepararse psicológicamente para la audiencia prevista el 18 de agosto en la que espera que un juez procese a su agresor, detenido apenas en febrero, a 20 años del ataque y después de 3 denuncias y numerosas amenazas.